martes, 18 de junio de 2013

El bebé.

El joven padre llega a la cocina y se da cuenta de que no hay agua, refresco, o cualquier líquido que ayude a combatir el agobiante calor. El bebé recién nacido está en su cuna vestido solo con un pañal, la pobre criatura se revuelve sofocada y está colorado.

El padre observa por la ventana como una brisa mece las hojas de los árboles y ve en ello una valiosa oportunidad de alivio para el pequeño.

- Ven, Carlitos - dice con ternura mientras coge en brazos al niño -

Deposita al pequeño en un cesto en la soleada terraza y se dispone a ir a por agua refrescante. Todavía no concibe su error.

Al volver, cargado de botellas, percibe como la brisa se ha detenido, ahora una ola de calor se abate implacable. Y teme lo peor, que su hijo haya sufrido una lipotimia, encontrarse a su pequeño en esas condiciones le llena de angustia. Pero es algo peor.

Deja las botellas en la cocina y acude a toda prisa hacia la terraza. Pero no oye llanto alguno. Un cruel silencio sobrecoge el ambiente. Teme lo peor. ''Mi pequeño'', musita en un tono lamentado.

Se aproxima al cesto.

- Carlitos ¿qué te pasa?

No hay respuesta.

Y lo descubre.

Carlitos no está. En su lugar ahora hay un charco rosado, flotando en él, un chupete de color verde y un pañal.

El bebé se ha derretido. Inexplicablemente, el calor extremo ha provocado que el niño se haya derretido como un helado de vainilla.

El padre se arrodilla frente al charco rosado. Gotas de sudor se mezclan con lágrimas.

Ya no hay nada.

Hace  tanto calor...

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